Una multitud llorando. El féretro
del líder. Alrededor de este, los militares, las banderas nacionales,
crucifijos y obispos. A simple descripción, la España rancia de toda la
vida. Si lo vemos, se trata de la bolivariana Venezuela.
Parece que ante la muerte del
presidente venezolano Hugo Chávez se han desatado las pasiones en todo el
mundo. Al menos, en nuestro mundo. Es curioso observar, como bajo las lágrimas
“humanitarias” se ha desenmascarado más de uno que se decía opositor. También
la vileza moral de quien, ni corto ni perezoso, ha decidido festejar la muerte
de, al fin y al cabo, un ser humano. Pero no hablaremos de esto.
Venezuela es una democracia. Pero
una democracia con aires claramente dictatoriales, con un partido en el poder
que admira la Cuba
castrista y añora la vieja Unión Soviética. Es increíble observar como en el
aspecto político español, encontramos un amor casi reverencial por todo cuanto
representaba Chávez. Esta simpatía lleva a tintes hipócritas en cuanto a las
actuaciones del fallecido presidente se refiere. Y es que, por mucho que Hugo
Chávez fuera un revolucionario, bolivariano, indigenista y servidor del pueblo
no es menos cierto que con ello llevaba aparejado el autoritarismo, la
homofobia y el machismo. Estas actitudes, tan criticadas por estos personajes
en España, se convertían en meros deslices morales justificables y
comprensibles cuando hablaba el gran padre de la revolución bolivariana. Ni que
decir tiene el aspecto religioso, donde estos personajes ejercen una furibunda
crítica aquí, mientras que veían con buenos ojos cuando el mandatario se hacía
rodear de la parafernalia y terminología religiosa. En esta hipocresía, no es
menos destacable la cuestión militar. Un ejército venezolano atrasado,
politizado e interventor era objeto de alabanzas al otro lado del charco
mientras que en la sufrida España un ejército profesional y no interventor (dos
siglos nos ha costado hacerlo así) es objeto de duras críticas sabe Dios por
qué. (Dios el revolucionario, ojo, no el fascista).
En fin, para qué seguir. Las
sucesivas legislaturas de Chávez nos han dejado episodios de lo más
lamentables, propios de un régimen populista y bananero como era (y es) la Venezuela
bolivariana. Proceso acrecentado en
estos últimos días cuando tras el anuncio de la muerte de Chávez, el Gobierno
de Maduro decidió sacar los tanques y las tropas a la calle “para garantizar la
seguridad”. ¿Qué seguridad había que garantizar? El golpe de Estado
institucional se acrecentó tras asumir Maduro la presidencia en funciones,
cuando la propia Constitución bolivariana establecía que dicho cargo
correspondía al presidente de la Asamblea
Nacional.
Venezuela avanza con nuevos
vientos, y no son necesariamente mejores. La histeria colectiva tras el
fallecimiento del líder permite un clima favorable a todo tipo de atropellos
hacia la Constitución
y la débil democracia existente en el país. Ya los militares han expresado su
deseo de continuar la revolución bolivariana, y en la TV pública se han llegado a
emitir discursos de Chávez animando a votar por Maduro… ¡a menos de un mes de
las elecciones!
Siempre serán más fáciles de
seguir aquellos, que frente a la racionalidad y las ideas, aboguen por el
populismo, los gestos y el falso carisma. Cuidado con aquellos, que en momentos
de necesidad, se erigen en salvapatrias con un discurso fácil e ignorante. Vale
para la Historia
de España, a la que no eximo de caer en las manos de estos personajes, y valga
también para la Venezuela
de Chávez y Maduro.
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