domingo, 17 de marzo de 2013

Sobre Chávez, populismo y salvapatrias.


Una multitud llorando. El féretro del líder. Alrededor de este, los militares, las banderas nacionales, crucifijos y obispos. A simple descripción, la España rancia de toda la vida. Si lo vemos, se trata de la bolivariana Venezuela.

Parece que ante la muerte del presidente venezolano Hugo Chávez se han desatado las pasiones en todo el mundo. Al menos, en nuestro mundo. Es curioso observar, como bajo las lágrimas “humanitarias” se ha desenmascarado más de uno que se decía opositor. También la vileza moral de quien, ni corto ni perezoso, ha decidido festejar la muerte de, al fin y al cabo, un ser humano. Pero no hablaremos de esto.

Venezuela es una democracia. Pero una democracia con aires claramente dictatoriales, con un partido en el poder que admira la Cuba castrista y añora la vieja Unión Soviética. Es increíble observar como en el aspecto político español, encontramos un amor casi reverencial por todo cuanto representaba Chávez. Esta simpatía lleva a tintes hipócritas en cuanto a las actuaciones del fallecido presidente se refiere. Y es que, por mucho que Hugo Chávez fuera un revolucionario, bolivariano, indigenista y servidor del pueblo no es menos cierto que con ello llevaba aparejado el autoritarismo, la homofobia y el machismo. Estas actitudes, tan criticadas por estos personajes en España, se convertían en meros deslices morales justificables y comprensibles cuando hablaba el gran padre de la revolución bolivariana. Ni que decir tiene el aspecto religioso, donde estos personajes ejercen una furibunda crítica aquí, mientras que veían con buenos ojos cuando el mandatario se hacía rodear de la parafernalia y terminología religiosa. En esta hipocresía, no es menos destacable la cuestión militar. Un ejército venezolano atrasado, politizado e interventor era objeto de alabanzas al otro lado del charco mientras que en la sufrida España un ejército profesional y no interventor (dos siglos nos ha costado hacerlo así) es objeto de duras críticas sabe Dios por qué. (Dios el revolucionario, ojo, no el fascista).

En fin, para qué seguir. Las sucesivas legislaturas de Chávez nos han dejado episodios de lo más lamentables, propios de un régimen populista y bananero como era (y es) la Venezuela bolivariana.  Proceso acrecentado en estos últimos días cuando tras el anuncio de la muerte de Chávez, el Gobierno de Maduro decidió sacar los tanques y las tropas a la calle “para garantizar la seguridad”. ¿Qué seguridad había que garantizar? El golpe de Estado institucional se acrecentó tras asumir Maduro la presidencia en funciones, cuando la propia Constitución bolivariana establecía que dicho cargo correspondía al presidente de la Asamblea Nacional.

Venezuela avanza con nuevos vientos, y no son necesariamente mejores. La histeria colectiva tras el fallecimiento del líder permite un clima favorable a todo tipo de atropellos hacia la Constitución y la débil democracia existente en el país. Ya los militares han expresado su deseo de continuar la revolución bolivariana, y en la TV pública se han llegado a emitir discursos de Chávez animando a votar por Maduro… ¡a menos de un mes de las elecciones!

Siempre serán más fáciles de seguir aquellos, que frente a la racionalidad y las ideas, aboguen por el populismo, los gestos y el falso carisma. Cuidado con aquellos, que en momentos de necesidad, se erigen en salvapatrias con un discurso fácil e ignorante. Vale para la Historia de España, a la que no eximo de caer en las manos de estos personajes, y valga también para la Venezuela de Chávez y Maduro.

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